Autor: Julián Monge Nájera, Ecólogo y Fotógrafo

Cork_road.jpgDonde otrora dominaban bosques inmensos, en la edad media llegaron vasallos que talaron los bosques y construyeron castillos de piedra, habitados por damas y defendidos por caballeros en armadura, que inspirarían las leyendas y cuentos de hadas con que todavía nos entretenemos en nuestra niñez. Si no había una colina para construir el castillo en la cima, se construía en las planicies, pero se rodeaba de fosos de agua y puentes levadizos. Pasaron los siglos y las armas de fuego volvieron inútiles los muros de piedra, por lo que la mayoría de los castillos fueron abandonados y poco a poco se han ido deshaciendo, llenando el suelo de carbonato de calcio y piedras desquebrajadas, el hábitat ideal para muchos caracoles de tierra. Cuando los biólogos miraron de cerca las especies de estas ruinas, la sorpresa no fue solamente lo que encontraron, sino también lo que no encontraron.


Ruinas de un castillo cerca de Cork, Irlanda. Fuente: Mycanonpictures.

En un trabajo espectacular en que durante una década recolectó metódicamente caracoles en 123 castillos europeos, la malacóloga checa Lucía Jurickova encontró algo inesperado y, tal vez, alentador: ocho especies, algunas de ellas en peligro de extinción, son mucho más comunes en los castillos que en la naturaleza¹. 

Si existieran tours para ver caracoles de castillos en ruinas, casi se podría garantizar a los turistas que verían tres especies sin importar el castillo: Punctum pygmaeum, Vitrina pellucida y Discus rotundatus.

El caracol Punctum pygmaeum es, como sugiere su nombre, diminuto, mide 1.5 mm de diámetro; se encuentra en gran parte de Eurasia, en musgos, líquenes, vegetación caída y piedras, incluso si hay poco calcio.  Aunque es hermafrodita, su apareamiento es cruzado y pone de 1 a 16 huevos proporcionalmente enormes. 

La semibabosa Vitrina pellucida habita tanto en bosques como en prados y jardines, donde come vegetación descompuesta, pero también se le va raspando hepáticas, carroña y heces. Sus huevos son blandos y sus enemigos incluyen los erizos y el nemátodo parásito Elaphostrongylus. Es una semibabosa porque está en proceso de disminuir su concha, de hecho, ya no cabe en ella.

El caracol Discus rotundatus vive en troncos caídos, hojarasca e incluso jardines, a veces en grupos, y no se ve afectado por suelos con poco calcio. Pone grupos de 20 a 50 huevos en la hojarasca. Son medianamente longevos (3 años) y no tienen los dardos sexuales que en otras especies terrestres permiten el apareamiento.

En cuanto otras especies de caracoles que son más abundantes en los castillos que en la naturaleza, la primera especie es el caracol Balea perversa, bien conocido, aunque extinto en algunas partes de Europa; vive en sustratos rocosos, ojalá rugosos y calentados por el sol, donde se alimenta de bacterias, algas y hongos. Como muchos otros caracoles terrestres, produce huevos que tardan un par de semanas en eclosionar y en pocos meses los caracolitos se vuelven adultos. Es especial porque  suele autofecundarse y conservar los huevos dentro del cuerpo hasta que nacen los bebés.

La segunda especie es Clausilia dubia, llamativa por tener huevos con cáscara calcificada (todo un lujo entre los moluscos) y porque pese a su pequeñez tiene vidas relativamente largas que superan los 3 años. En la naturaleza, se le encuentra en microhábitats húmedos del suelo, los árboles y las paredes rocosas. Otra especie de la que se puede decir prácticamente lo mismo es Clausilia parvula, pero los expertos no se ponen de acuerdo en si es una especie válida o es la misma Clausilia dubia, la duda persiste.

La especie Alinda biplicata es relativamente grande (2 cm de largo), longeva (6 años) y produce hasta 50 bebés por año, pudiendo poner huevos o retenerlos en el cuerpo hasta que eclosionen. 

El siguiente en la lista es Pupilla muscorum, cuyo útero es como una línea de producción donde se encuentra una fila de embriones en etapas secuenciales de desarrollo, algo espectacular y atípico entre los moluscos. También es extraordinario por tener las enzimas digestivas necesarias para poder comer vegetación viva; y se le encuentra en dunas, piedras y hojarasca.

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En mi cuaderno de bocetos: tres caracoles que están en prácticamente todos los castillos (los tres de arriba); seis especies que son más abundantes en los castillos que en la naturaleza, y, abajo en celeste, las dos especies que debieran ser comunes en los castillos pero, por razones desconocidas, no lo son. Todo esto muestra lo mucho que nos falta por investigar en este campo.

El diminuto Vallonia costata es casi invisible y habita zacatales, pedregales y dunas. Vive varios años y cada 1-4 días pone un huevo, lo que le da un poder enorme de reproducción, el cual, junto a su capacidad de vivir en lugares soleados y secos, explica que se le encuentre en toda la cuenca del Mediterráneo.

Finalmente, un caracol con un lindo nombre latino que significa “mata piedras”, Helicigona lapicida, raspa cianobacterias y líquenes de las piedras, incluso de las lápidas de los cementerios. Es grande (2 cm de diámetro) y en un experimento en que se marcaron especímenes, se descubrió que en un año la mayoría no se alejaban más de 10 metros del lugar original.

¿Qué tendrán en común estas especies exitosas en los castillos?

Esa pregunta aún está por responder. Más aún, hay dos especies que parecen ideales para abundar en los castillos, y sin embargo no lo hacen: Vertigo pygmaea y Merdigera obscura¹.

Como sugiere su nombre, Vertigo pygmaea es pequeño y vive por igual en sitios húmedos y secos. Es relativamente abundante y, dadas sus necesidades ecológicas, se podría esperar que fuera común en los castillos, pero solo está en uno de cada diez castillos, y en poca cantidad. El otro, Merdigera obscura, se ve con cierta frecuencia en troncos, piedras y hojarasca, incluso en muros, pero igualmente es escaso en los castillos. ¿Por qué?

Aún con su profundo conocimiento de los caracoles europeos, la Dra. Jurickova todavía no ha logrado hallar la respuesta¹.

*Editado por Zaidett BarrientosKatherine Bonilla y Carolina Seas.

Publicado originalmente en Blog Biología Tropical: 25 de agosto 2020

REFERENCIAS

¹ Juřičková, L. (2005). Molluscs (Mollusca) of castles as an ecological phenomenon (Czech Republic). Historie, 102, 103; 100-148.