El tema educativo toca en todo el mundo una fibra muy sensible, estando como estamos en el umbral de una revolución sociológica determinada por el conocimiento y la comunicación como aspectos determinantes. En el caso de los costarricenses, la educación es, desde hace ya mucho tiempo, paradigma del imaginario colectivo, en un país que celebra la abolición del ejército, como instrumento de liberación de recursos para la educación.

En Costa Rica es moneda de curso corriente, la autovaloración generalizada de ser un país que consagra una parte significativa de su ingreso nacional a la educación (8% del PIB), con la convicción socialmente arraigada de entender a la educación como clave de equidad, movilidad social y desarrollo personal, familiar y nacional.

La educación se contempla como una política pública situada en la bisectriz entre la inversión social, como factor de movilidad por excelencia y la inversión en competitividad, como base relevante del acervo humano. Es el imaginario colectivo de un país que se visualiza a sí mismo como “patria de maestros” y que considera que la construcción de sus utopías parte de sus escuelas, colegios y universidades.

Semejante importancia social ha coexistido, sin embargo, con un sistema educativo encapsulado en sí mismo, con una instrucción vertical no participativa, con un rol estático del maestro, con una actitud pasivo-receptiva de los alumnos y con un entorno escolar definido por murallas que separan, en lo interno como en lo externo.

Este libro forma parte de la corriente más moderna del pensamiento y la práctica educativa que se caracteriza por la incorporación del concepto de diversidad como componente decisivo de los procesos educativos. Ahí se comprende la inserción de la escuela en un entorno comunitario, necesariamente variado y la correspondiente vinculación protagónica de las familias con el centro educativo y de los estudiantes con el proceso educativo. Ahí se dimensiona la multifuncionalidad de actores disímiles donde todos tienen roles democráticamente aceptados y donde cada alumno es empoderado con capacidad definitoria de currículos adaptados a sus capacidades y necesidades.

Esta nueva visión, todavía desdichadamente experimental, en el sentido de su escasa diseminación, define, la comprensión del aula como un entorno social multidinámico y entiende la disciplina como un proceso democrático participativo.

Con la palabra “inclusiva” se define, en realidad, algo más que la educación misma, porque contiene elementos definitorios de la concepción democrática que se quiere abrir paso en las sociedades modernas, con renovadas visiones de los derechos humanos, de la tolerancia, de la aceptación de la diversidad y de la solución pacífica de conflictos. De la “dictadura” vigente de directores y maestros, a la democracia participativa de docentes, estudiantes, padres de familia, personal administrativo y de servicio y comunidades.

Este libro contiene tanto la visión subyacente a esta modalidad educativa –Helás, todavía puntual y nada generalizada- como algunas experiencias en Costa Rica, Guatemala y España que subrayan el nacimiento de una nueva consciencia integradora de la sociedad en la escuela y de la escuela en la sociedad.

La palabra “inclusiva” tiene un carácter holístico. Es incluir en el sentido más sistémico de la palabra. Consiste en asumir en el proceso de la enseñanza todos los elementos de la vida social de los alumnos y del profesorado. Por eso cada “inclusión” es tan única como son únicos los entornos y los protagonistas de cada experiencia.

Esta experiencia que nos presenta “mejores prácticas”, en esta obra, debe ser contrastada con la realidad vivencial de la educación en Costa Rica donde se bachilleran solamente uno de cada tres estudiantes que comienzan la primaria y donde la deserción es determinada fundamentalmente por esas palabras tan espeluznantes como “aburrición” de los estudiantes, “rutina” de los docentes y “falta de pertinencia” de los contenidos educativos.

Contrastadas estas experiencias con las “escuelas reales” de carácter dirigista, vertical, centralista y unidimensional, descubrimos la tragedia de miles y miles de niños y niñas, donde su diversidad es un lastre y una marca excluyente que termina definiendo sus vidas.

Demás está intentar subrayar la importancia de esta obra, que nos presenta el heroísmo de algunos docentes que se han atrevido a hacer las cosas diferentes, iniciando el duro proceso de aprender haciendo, en una modalidad de educación que debe comenzar por ser interiorizada y “aprendida” en primer lugar por el personal docente y que confronta a todos con situaciones nuevas, cada vez, siempre desafiantes.

Consciente de la vocación inclusiva que debe animar a los docentes y a todo personal educativo, que debería definirse por ir siempre más allá y caminar esa milla extra, rendir ese esfuerzo adicional, para cumplir con la misión de una educación que pone al ser humano concreto y no abstracto, diverso y no uniforme, social y no genérico como centro de todos los esfuerzos institucionales. Este mismo esfuerzo que inserta a la escuela en la comunidad a la que pertenece, nos vincula con los desafíos perennes de los tiempos que vivimos y las brechas constantes que determinan la vida de los alumnos.

Y es que vivimos tiempos de cambio que requieren un acervo humano con mayores capacidades, flexibles niveles de adopción y mejor asimilación de las nuevas tecnologías. Pero el signo de la inclusión, responde a algo más, a los desafíos de una promesa democrática que los pueblos comienzan a cuestionar como fallida y que, a partir de la escuela, forma a los futuros líderes del cambio que los tiempos demandan. La educación inclusiva contiene los elementos subversivos de un orden social caracterizado por la exclusión.

Costa Rica, presenta en esta obra, el esfuerzo articulado entre la Universidad Estatal a Distancia, el Ministerio de Educación Pública y varias escuelas que están dando ese esfuerzo extra, en la educación pública, desdichadamente todavía solamente como planes piloto.

Es admirable y digno de encomio el involucramiento activo del personal docente, administrativo y las comunidades que se refleja en las experiencias vividas en nuestro país en varias escuelas del Gran Área Metropolitana costarricense. Las Escuelas josefinas de José Figueres Ferrer, Granadilla Norte y Monterrey Vargas Araya muestran el desarrollo propio de una gama de prácticas inclusivas, que buscan fortalecer las aptitudes y competencias de sus estudiantes, como parte de un movimiento que busca asegurar atención individualizada para el estudiante y para ser centro de dinamismo social en sus comunidades. Disminuir los niveles de deserción escolar, que se manifiestan sobre todo en secundaria, será un resultado esperado. Por ello será interesante ver en qué medida las cohortes de estas escuelas presentan o no diferencias en la deserción escolar frente al promedio nacional en secundaria.

Es de admirar también el protagonismo que tienen algunas universidades en estas experiencias. Nada de extrañar que la universidad inclusiva por excelencia, en Costa Rica, la Universidad Estatal a Distancia, tenga un papel tan estelar en estas experiencias, sirviendo al mismo tiempo de apoyo y de referente. Igual ocurre con la Universidad del Valle de Guatemala que también coopera con centros educativos desarrollando prácticas educativas para el fortalecimiento del respeto a los demás, la tolerancia y la inclusión.

En estos capítulos costarricenses, guatemaltecos y españoles se pone a la educación como instrumento de superación pero sobre todo como una herramienta de cohesión social y entrenamiento democrático para la vida. Las iniciativas y experiencias plasmadas en esta obra perfilan posibles respuestas para quienes cifran en la educación sus esperanzas de superación personal.

“Ad astra per aspera” decía Séneca, cuando advertía que el camino hacia un sueño es cuesta arriba y empedrado. No es fácil esperar de los maestros esta perspectiva educativa de formación continua y de constantes retos. Pero nada menos que eso es lo que les espera a quienes se atrevan a ir más lejos de la rutina y alcanzar una estrella inclusiva en sus aulas. A cada uno y cada una de estos valientes y esforzados docentes, mi más sincera admiración y felicitación como educadora universitaria. Esta introducción es un saludo respetuoso a quienes se atreven a ir a las estrellas.

Velia Govaere V.

Catedrática UNED