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 OPINIÓN


Con la vista al frente

LLM.VELIA GOVAERE VICARIOLI
Viceministra de Economía
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Un MEIC fortalecido es esencial para cumplir la labor estratégica quede él se espera

 

“La integración económica del mundo no se escoge. La integración económica del mundo se acepta. Es una fuerza, no una decisión”. Así hablaba don Óscar Arias en el acto de conmemoración de los 20 años de nuestra adhesión al GATT –hoy Organización Mundial del Comercio, OMC –. Tenía razón. También es verdad que hay quienes atisban soplos favorables y sueltan previsoras velas al viento, y quienes se dejan sorprender y son arrastrados por el vendaval. Cuando don Óscar inició su primer mandato, parecía robusto el Muro de Berlín y el comercio globalizado era apenas leve brisa en el horizonte. Fue entonces que se optó por la inserción temprana y previsora de Costa Rica en el sistema multilateral de comercio. El comercio es fuerza ahora, no entonces. En aquellos días su decisión se adelantaba a los tiempos. ¿Podremos hoy hacer lo propio?
 

En estas efemérides, es justo congraciarnos con las transformaciones de Costa Rica en el espacio de apenas dos décadas. De república bananera y cafetalera, nos convertimos en uno de los primeros países per cápita de América Latina en atracción de inversión extranjera encadenada con la producción nacional, con oferta exportable diversificada, múltiples destinos de exportación y fuentes de trabajo de alta calidad y buena remuneración.
 

Aunque pequeños, somos quinto exportador per cápita de productos agropecuarios en el mundo y tercero con mayor contenido tecnológico de su exportación. De un ingreso por habitante similar al resto de Centroamérica en 1986, somos ahora buque insignia de una región en la que exportamos la mitad de lo que exportan todos los otros países juntos. Es pecado quejarnos del viento que nos impulsa y de las velas que lo aprovechan. Costa Rica es modelo internacional de dinámica apertura comercial, calificada por Pascal Lamy, director general de la OMC, como país que golpea la mesa con una fuerza mayor que su peso económico. Se supo sabiamente complementar pertenencia a OMC con acuerdos comerciales no solo con los socios preferenciales de hoy, sino, también, con aquellos decisivos para nuestro motor de desarrollo de mañana.
 

¿Debemos por eso quedarnos en grata autocomplacencia, todavía en medio de aguas agitadas? Corresponde, más bien, otear el horizonte y leer, como ayer, los signos de los tiempos. Nos toca emular hoy la visión previsora de entonces.
 

Amenazas. Amenaza nuestra nave un triángulo peligroso: inequidad, debilidad de instituciones decisivas y, de frente, alimentada por ambas, la demagogia populista. Las elecciones de 2006 y del referendo fueron toque de alarma de un descontento creciente, no con el comercio en sí mismo, sino con la debilidad de las políticas complementarias necesarias para facilitar acceso incluyente de sus beneficios para todos los sectores sociales.

No es mente trasnochada la que advierte que “si bien el comercio estimula el crecimiento económico, sus beneficios no se han compartido de manera equitativa y la promesa de las oportunidades económicas y sociales sigue siendo difícil de alcanzar” (Caminos para la prosperidad).
 

The Economist reconoce que, también en esto, la actual administración Arias supo dar un golpe de timón, “combinando un ambiente amigable para la inversión con medidas de apoyo al bienestar social”. Pero solo para Gardel 20 años de ausencias son nada. Como en 1986-90, se abrió apenas ahora un rumbo nuevo. Toca profundizarlo. La brújula del día marca el norte hacia el reforzamiento de instituciones nacionales decisivas en el acceso, defensa, y empoderamiento sectorial local de las oportunidades del comercio. El productor espera que los aranceles de insumos disminuyan, para ser competitivo en su propio suelo. El consumidor demanda evaluación precisa de los beneficios de los acuerdos comerciales en sus opciones de compra. La defensa comercial debe ser reforzada; fortalecido el sistema de inocuidad de alimentos; resueltas duplicidades de registros, articuladas verificaciones de mercado; asegurada la evaluación de conformidad de la calidad de productos importados y domésticos. Un MEIC fortalecido es esencial para que pueda cumplir la labor estratégica que de él se espera.
 

La lista de pendientes apenas comienza. Por escribir quedan capítulos enteros de aprovechamiento de la excelente política ofensiva de nuestro comercio exterior en beneficio de pequeños agricultores, pequeñas empresas, artesanos, mujeres, comunidades indígenas, jóvenes y “otros que con mucha frecuencia permanecen al margen del progreso”, al decir de Hillary Clinton.
 

Las campanas llaman a la promoción de nuestra vocación emprendedora. Grita el cielo por una política integral de pymes, con nuevo sentido a nuestros sistemas de entrenamiento laboral y productivo, articulando innovación con una banca de desarrollo adecuada a las necesidades.

Echamos una mirada satisfecha al retrovisor, pero con la vista al frente. Podemos estar orgullosos, y también preocupados. No hay laureles para dormir.


Fuente: Periódico La Nación, 24 de marzo 2010.