Bajo el signo de la incertidumbre
Velia Govaere Vicarioli
Observatorio de Comercio Exterior (OCEX-UNED)
“Todo cambia y todo queda”, canta Serrat y expresa, así, la contradicción de la vida moderna, plagada de incertidumbre. La constancia del cambio coexiste con la perenne exigencia de predictibilidad. Es la confrontación permanente entre Parménides y Heráclito. Un mundo en el que todo cambia se contradice con la necesidad de estabilidad que reclaman las sociedades humanas. En la “modernidad líquida” de Bauman, buscamos asideros para descifrar las claves de un mundo plagado de acertijos.
No habíamos terminado de asimilar los efectos disruptivos de la revolución tecnológica, cuando llegó Trump a exacerbar nuestras incógnitas. Después de un año de gestión, nuestros peores temores se quedaron cortos. Día con día, nos sorprende seguirnos sorprendiendo: una guerra comercial en curso, la OMC amenazada, el Acuerdo de París roto, la OTAN debilitada, la Unión Europea declarada rival y desconocida la peligrosidad despótica de Putin. Todo por la bizarra visión del presidente de los Estados Unidos.
Es el mundo vuelto al revés. Todos los valores del mundo occidental están trastocados y sus instituciones internacionales, socavadas. Cabe preguntarse, sin embargo, cómo una sola persona es capaz de fracturar tan peligrosamente la estabilidad del orden mundial. Semejante impacto sólo encuentra explicación en fragilidades estructurales. Una de ellas es, sin duda, la hegemonía absoluta de los Estados Unidos; otra, la debilidad propia de los organismos internacionales y de los propios sistemas de pesos y contrapesos norteamericanos y, finalmente, la ausencia de sentido de urgencia para atender falencias endémicas.
Vieja tradición diplomática y política advertía los peligros que conlleva el impacto potencialmente desestabilizante del peso hegemónico de una sola nación. Cuando un solo país ejerce hegemonía, basta un cambio de prioridades y el orden internacional se tambalea. El mundo unipolar muestra, en Trump, su cara más alarmante.
La fuerza disruptiva de Trump es resultado también de la sorprendente fragilidad de las organizaciones internacionales, llámense OMC, en comercio; ONU, en diplomacia; OEA, regionalmente; cuando son sometidas al peso hegemónico de los Estados Unidos. Trump ha puesto también en evidencia la vulnerabilidad de las mismas instituciones norteamericanas, incapaces, hasta ahora, de detener políticas contrarias a la línea histórica que ha permitido su liderazgo positivo. Un ejemplo es la materia comercial, donde ningún estamento, ni norteamericano ni multilateral, está siendo capaz de detener una guerra comercial que puede destruir la liberalización del comercio y desatar un resurgimiento “demodée” del proteccionismo, echando al trasto el progreso económico de todos.
Finalmente, ha quedado en evidencia la facilidad con que los gobiernos han dejado degenerar situaciones que necesitaban remediarse, y al no hacerlo, se convierten, ahora, en los pretextos de Trump. El ejemplo más relevante es el tratamiento comercial dado a China, que adolece de múltiples debilidades conceptuales. Entre ellas, su reconocimiento como economía de mercado, siendo China, una economía mixta. Aunque grandes sectores de su economía funcionen como empresas privadas, un segmento aún más grande opera como empresas estatales, con manipulación de costos, precios y subsidios. La inundación de los mercados internacionales por un acero subsidiado es un resultado que nos lleva al corazón mismo de la guerra comercial actual.
Como resultado de fragilidades y abandonos, nos enfrentamos al despertar vigoroso de una doctrina geopolítica que pensábamos superada: un peligroso nacionalismo, proteccionista y confrontativo. El sistema internacional, que pensábamos sólido, se revela más vulnerable de lo imaginado. En Estados Unidos, mientras tanto, y en el mundo, faltan iniciativas eficientes de contrapeso al nacionalismo proteccionista, para superar las fragilidades del orden internacional.
Esas condiciones internacionales revisten altos niveles de incertidumbre y peligrosidad. En la Unión Europea, aumenta el número de regímenes autoritarios y se consolidan partidos populistas, nacionalistas y xenofóbicos y el Brexit apremia con consecuencias globales. En Oriente Medio, suenan tambores de guerra. Un desatado proteccionismo amenaza inversiones y exportaciones. En esas condiciones inciertas, es francamente imperdonable que Costa Rica siga desojando margaritas, aprovechando debilidades institucionales, mientras se incrementa nuestra vulnerabilidad fiscal.
El TINTERO - Agosto 2018 - Pág. 27